En una celebración Eucarística en la Catedral de San José en Baton Rouge, la Diócesis de Baton Rouge se unió a la Iglesia Universal para inaugurar el año 2025 como Año Jubilar de la Esperanza. Se animó a los fieles a aceptar las pruebas y cruces de la vida y a seguir adelante con fe, con una “esperanza que no defrauda”.
La misa del 29 de diciembre comenzó con la congregación dirigiendo su atención hacia la parte trasera de la iglesia. Desde allí, Michael G. Duca, que estaba cerca de la pila bautismal, les dio la bienvenida al Año del Jubileo. Entonces el Diacono Mark Cloutier, quien colabora como asistente en la Parroquia nuestra Señora de la Misericordia en Baton Rouge, desde al Ambon leyó Jn. 14:1-7. En este pasaje de Jesús hablo acerca de que el cielo tiene muchas moradas y que iba a preparar un lugar para ellos allí. Chris Redden, el Asistente Pastoral de la Catedral San Jose luego leyó la bula Papal del Papa Francisco, ‘Speces Non Confundit”, que proclama el ano 2025 como El Año de la Esperanza.
El Obispo Duca bendijo la cruz jubilar, que la Catedral posee desde hace varias décadas y que se utiliza ampliamente en sus liturgias y eventos especiales. Luego dirigió a los fieles en la conmemoración de sus votos bautismales. El Obispo y el párroco de la Catedral de San José, el padre Cary Bani, rociaron a los fieles con agua bendita durante el himno de entrada “Good Christian Friends Rejoice” (Alégrense los buenos amigos cristianos).
En la homilia de la misa, el Obispo Duca le dijo a las personas que el titulo en Latin de la bula papal del Año de la Esperanza significa “La Esperanza no decepciona.” “En este año jubilar el Papa nos ha invitado a convertirnos en peregrinos de esperanza. La esperanza es el centro de nuestra vida y del tiempo que pasamos juntos y de nuestra reflexión durante este año jubilar”, afirmó el obispo Duca. Su lema episcopal es “Esperanza en el Señor”.
Señaló que el Papa Francisco espera que el jubileo sea “un momento de auténtico encuentro personal con Jesús, la puerta de la salvación, a quien la Iglesia debe proclamar siempre y en todas partes a todos como ‘nuestra esperanza’”. “A menudo pensamos en la esperanza como una virtud del sentimiento – ‘Tengo esperanza’ o ‘No tengo esperanza’, pero es algo mucho más profundo”, afirmó el obispo. “Para nosotros es una virtud teologal: fe, esperanza y caridad. Y para abrazar la virtud de la fe, la esperanza y la caridad debemos tener una gracia especial de Dios. La gracia dada y ganada.
"Las virtudes son normalmente hábitos, pero las virtudes teológicas vienen como un regalo de gracia", dijo el obispo Duca
Este don fluye de la gracia y ayuda a las personas a amarse unos a otros como Dios nos amó primero al enviar a su hijo al mundo, añadió.
“Es una gracia de Dios acudir a un amor sacrificial, heroico, podríamos decir vivificante, que refleje el amor de Jesús en la cruz”, dijo el obispo. “Es en la cruz donde encontramos lo que estamos tratando este año y donde encontramos la esperanza que no defrauda”.
Según el obispo, cuando las personas se encuentran con dificultades en sus vidas y sus planes se desmoronan y no ven otra salida, pierden la esperanza y piensan: “Mi vida se acabó”.
El obispo dijo: “Pero en estos momentos, todo lo que necesitamos muchas veces es que alguien nos ayude, que pida ayuda, que oremos a Dios para que nos dé otra manera de vernos a nosotros mismos a través de esto; y que alguien que esté dentro de nosotros venga y diga: ‘Oh, sí, yo he pasado por eso antes. Esto es lo que hice”.
“De repente, surge una idea que antes no se nos había ocurrido porque no queríamos pensar en ir en otra dirección. Pero con un pequeño giro, un cambio, un dejar ir algo, de repente vemos que se abre ante nosotros una posibilidad completamente diferente. Una oportunidad incluso en medio de la desesperación”.
El obispo dijo que un ejemplo de esperanza ante una tragedia es cuando las casas de las personas han sido destruidas y se dicen a sí mismas: “Gracias a Dios que todavía estamos vivos. Aquí todavía hay futuro”.
Y esta virtud de la esperanza debe ser compartida con otros como peregrinos de esperanza, enfatizó el obispo Duca.
“Esperanza en el Señor que murió por nosotros, que nos salvó en la cruz y nos resucita a una nueva vida”, dijo el obispo Duca. “No importa si nuestra esperanza se ha vuelto demasiado pequeña, él siempre tiene una esperanza más grande para nosotros”.
La misa terminó con el jubiloso himno de salida, “Ángeles hemos escuchado en lo alto”.