Les escribimos con corazones llenos de compasión y un profundo deseo de expresar nuestra solidaridad con ustedes durante este tiempo estresante. Reconocemos los inmensos desafíos que enfrentan como migrantes y queremos asegurarles que no están solos. Impulsados por el Evangelio de Jesucristo y reconociendo la dignidad inherente de cada persona como hijo de Dios, nos solidarizamos firmemente con nuestros hermanos y hermanas inmigrantes.
Como sus obispos, abogaremos por su trato justo y su dignidad dentro del marco de la ley. Les aseguramos nuestro apoyo en oración y pedimos al estado de Luisiana que haga lo mismo. Ustedes son nuestros hermanos y hermanas. Sepan que no los hemos olvidado y que su Iglesia los acompaña en solidaridad.
La Iglesia siempre ha reconocido la responsabilidad de las naciones de controlar sus fronteras y crear políticas migratorias. Sin embargo, la Iglesia enseña que este derecho no es ilimitado y debe ejercerse con respeto a la dignidad humana de cada persona y al bien común. Lo que está claro es la urgente necesidad de una reforma integral del sistema de inmigración de nuestro país. El sistema de inmigración de los Estados Unidos es excesivamente complejo e injusto, y a menudo mantiene separados a los miembros de la familia; debe ser corregido.
La enseñanza social católica identifica principios que deben incluirse en cualquier reforma. Es necesario que se aborden las causas profundas de la migración forzada. Cualquier esfuerzo de aplicación de la ley debe ser específico, proporcional y humano, y debe garantizar la protección humanitaria y el debido proceso. Las personas que tienen mucho tiempo de residir en los Estados Unidos deben tener un camino ganado hacia la ciudadanía. La unión familiar debe seguir siendo una piedra angular del sistema estadounidense y las vías legales para la migración y la ciudadanía deben ampliarse, ser confiables y eficientes.
También esperamos que nuestro país pueda desarrollar un sistema de asilo eficaz para quienes huyen de la persecución y un sistema de inmigración que mantenga nuestras fronteras seguras y protegidas. Las políticas de aplicación de la ley deben centrarse en quienes presentan riesgos y peligros para la sociedad, en particular, los esfuerzos para reducir la actividad de las pandillas, detener el flujo de drogas y poner fin a la trata de personas.
La Sagrada Escritura nos proporciona innumerables ejemplos del amor de Dios por el extranjero y el peregrino. Estas palabras nos recuerdan que todos somos peregrinos de esperanza en esta tierra. Oh, María, tú y tu familia se vieron obligados a buscar refugio en Egipto tras la visita de los magos (Mt 2, 13-15). Te pedimos que intercedas por nosotros ante tu Hijo, Jesús, quien salió de tu seno para que brillara como la Luz del Mundo.